miércoles, 28 de agosto de 2013

¿Cuanto tiempo?



Dios creo el cielo y los mares
y la luz y ha Adán y a Eva
en una semana.

Pero ¿Cuánto tiempo se tardo
en crearte a ti?
Pues esos ojos radiantes,
esa piel clara,
esas manos del más puro y fino mármol,
esa sonrisa menguante, y esa belleza
inconmensurable tuya
no son cuestión de una semana,
                                     de un año,
                                     de una década,
                                     de un milenio.

Yo supongo que se demoro una eternidad o sino
                                           ¿Por qué será que a mi recuerdo eres infinita?

Vosotros los locos

 
Si Dios existe lo hace
en tus abultadas y enrojecidas
mejillas cuando sonríes.
Lo hace en tu mirada y tacto.
 
Como quisiera beberme tu
alma a tragos. Amarte a versos.
Hablarte con miradas. Quisiera
tomarte de la mano, de la cintura;
del corazón.
 
Quisiera guardarnos en un beso.
Silenciarnos a caricias. Como
quisiera que me dijeras:
sos lindo,
    sos extraño,
sos loco.
 
Como quisiera ser ese quisiera.
Quisiera morirme en tus brazos,
nacer en tu mirada, y
volver a morir en tus labios.
 
Tengo ganas de llamarte amor,
de gritarte a la distancia:
¡Vos sos Diosa!
                   ¡Vos sos linda!
                                  ¡Vos sos loca!
 
                                                                           
                                                                                A vos yo la quiero...
Loca.
 
 
 
 
 

Los deberías

Debería existir un onceavo mandamiento
que prohíba la indiferencia, ya entrados
un doceavo que diga:
No amaras a una mujer en vano.
Un treceavo; disfrutaras la vida
sobre todas las tristezas.

Deberían crear una ONG en contra
de la desnutrición del espíritu. Un nuevo
orden mundial regido por Esperanza.
Un mercado que devalúe el oro y lleve
a la alza a los libros.
Deberíamos estar gobernados por poetas,
ser curados por filósofos, y solo
deberías enloquecer por amor.
Y los manicomios deberían ser grandes
salones de fiestas, o teatros en los que se
se represente; La felicidad humana.

Los científicos deberían encontrar la
cura contra la soledad.
Deberíamos ser una y no varias naciones.
La nación humana.
Deberíamos hacerle caso a Fulano de tal;
y hacer de Dios una mujer.

Deberíamos, digo yo; pensar en presente y no en futuro.
Porque del "deberíamos" al "hubiera" hay de por medio
un: no existe.

lunes, 26 de agosto de 2013

Un dibujo

Recibí un dibujo. Sencillo e improvisado, sin mucha perspectiva. En una hoja blanca, una hoja cualquiera de su cuaderno de cien hojas. Un dibujo sin significado aparente. En el, unas pequeñas casas se alzan en un monte de blanco pasto. El sol alumbra por detrás de unas montañas. Recibí un dibujo simple pero extraño. Un dibujo que tú sin saber que provocaría en mí dibujaste. Un dibujo en el que lograste capturar tu esencia, en el que yo logró descifrarla.
La ausencia de color me recuerda lo distante que estamos; lo imposible que eres para mí. El problema no son las casitas o el sol de bordes negros, aquí lo fatal es que todo en el me remite a esa hora en que estamos juntos pero no. Sesenta minutos en los cuales tu presencia se eterniza en mi pupila. Lo malo es que al mirarlo te miro; sosteniendo una pluma cualquiera, trazando los rectángulos de las casas, los triángulos de las montañas, el círculo del sol. Veo el dibujo y veo tu sonrisa, tus dientes de luna, tus ojos de sol, tus mejillas de nubarrones. No he podido alejar mi vista de ese pedazo de papel, de esa existencia tuya en blanco y negro. No he podido quitarle la mirada de encima tal vez porque no quiero dejar de pensar en ti. Pero el dibujo ante mis ojos es perfecto; cada colina, cada casa y cada árbol son muestra de tu sublime hermosura, de tu timidez enternecedora y de tu risa hipnótica. Todo en el dibujo pareciera ser una partícula de ti,  de tu perfecta aparición en mi vida. Pareciera que el dibujo es el inicio de una historia que solo existe en mi cabeza. El final de un sueño no soñado. El suicidio de un amor ya muerto.
De tus ojos recibí una mirada, de tu sonrisa un disparo, de tus labios la insinuación de un beso, de tus manos un dulce tacto y todo esto mientras me entregabas un dibujo. Un dibujo que habla de nosotros sin querer. Un dibujo que se asimila a un beso tuyo. Una poesía hecha dibujo. Un dibujo que me hace querer decirte... te quiero.
Un dibujo en el cual bien pudiste matarme, pero no; lo que fue aun peor; me enamoraste.

domingo, 25 de agosto de 2013

Las batallas


Musulmanes vs. Cristianos.
Budistas vs. Musulmanes.
EU vs. el globo entero.
Capitalismo vs. Comunismo.
Izquierda vs. Derecha.
Amor vs. Odio.
Verdad vs. Mentira.
Petroleo vs. Gas natural.
Los hombres vs. Dios.
Dios vs. Los hombres
Los hombres vs. Los hombres...

Que costumbre la nuestra la de las guerras,
ya estamos acostumbrados a las bombas,
a las balas, a los muertos.
Parece que es un tradición o que digo,
el onceavo mandamiento:
Haced la guerra a tu prójimo.
La historia del hombre se resume en batallas,
en odio y traición.
Somos una raza que no tiene más legado
que el de las conquistas y las hecatombes.
Nuestro linaje es de asesinos.
¿Cuando vamos a entender que la única guerra
pertinente es contra uno mismo?
¿Cuando un presidente listo va a proclamar: ¡hoy declaro la
paz vs. guerra?
¿Cuando comprenderemos que las batallas no se libran
en los campos o en los mares o en las naciones, sino en el alma?
Las batallas son la prueba contundente de la
barbarie humana, que miedo me da
pensar que somos hechos a semejanza de Dios.
eso explica porque hay tantos muertos en África,
Palestina e Iraq.
Pero ¿Cuando vamos a entrar en razón?
¿Cuando las batallas solo serán de besos y no de
tanques y misiles?
¿Cuantos los muertos serán de risa y no de hemorragias
y fusilamientos?
¿Cuando, en verdad, trataremos de no
parecernos a Dios?

sábado, 24 de agosto de 2013

Para los ateos y creyentes

La más grande, incuantificable, maravillosa, sublime, piadosa, divina y poderosa energía que existe en la fas de la tierra. No se encuentra en el cielo o en el paraíso o en una iglesia o en una mezquita o en un monasterio. Esa energía creadora se manifiesta en la cama, sí, entre las sabanas y las almohadas; entre los cuerpos de dos enamorados. Ya sea madre e hijo, hombre y mujer, hombre y hombre, mujer y mujer. Esa energía que se crea entre dos cuerpos que se aman, que se acarician, que se besan la frente, que se abrazan el alma, que se hablan de corazón, que se ríen del mundo, esa energía es la que debería mover a la gente, a los políticos, a los papas, a los profetas, a los dalai lamas, a los hombres del orden. El amor debería ser la única y perdurable religión que gobierne los corazones y mentes humanas.

¿Cual es su cita favorita?

Ser famoso no es tan malo, digo; a uno lo tratan bien en los bares y restaurantes. A uno lo miran y le sonríen. Cuando uno es famoso siempre lleva una sonrisa en el rostro, eso es bueno, sonreír. A mí lo que más me gusta de ser famoso son los periodistas, no son tan malas personas. De vez en cuando le recuerdan a uno que conocerse es importante, a veces a uno lo hacen reflexionar. Recuerdo mi primer entrevista...

- ¿Que opina de los locos?

-Bueno, son unas personas muy locas. Mi loco preferido, no es el de La mancha; es alguien mucho más perdido en los andenes de su cabeza, de pronto puede verse como su cordura toma un tren a ninguna parte.Ese loco mio se llama Jesús y le gusta que le digan El salvador.

-¿Entonces, usted es creyente?

-No, no. Dios me libre...

-¿Y su afición por Jesús de dónde viene?

-Bueno, usted dirá que yo estoy loco, pero pienso que él y yo nos parecemos un poco.

-¿Usted también camina sobre el agua, jajaja?

-No como cree, ¿acaso usted es tonto? Yo camino sobre la tierra que es mucho más difícil en estos tiempos tan jodidos. ¿O no ha visto a toda esa gente que se la pasa caminando en el aire por miedo a la realidad? ¿No se da cuenta de que la gente mira televisión para olvidarse de su miseria? ¿Que acuden a centros de belleza para ser alguien que no son? Yo me la paso en la tierra, caminando, corriendo muy a menudo. Caminar en el agua cualquier loco puede hacerlo, pero caminar sobre la tierra en tiempos de guerra, eso sí es un ¡milagro!

-¿Entonces es usted ateo?

-Pues claro que no. En lo personal el ateísmo no sirve de un carajo más que para ser un buen adolescente. Porque en mi juventud ese ateísmo me salvo de la perdición total, de una crisis de identidad. El ateísmo solo sirve para que a uno le pueden llamar adolescente; desobediente, ingenuo, joven. Pero ya después no sirve de nada no creer en nada. Aparte ¿como es posible creer en nada y no creer?, es una tontería que no merece la pena discutir. Ah, pero la rebeldía, eso si que es diferente; el ateísmo y la rebeldía no van de la mano. La primera como lo dije, es una tontería creada por un no sé quién que ni siquiera recuerdo, y se basa en no creer en nada, en no aceptar una fuerza superior a nosotros. Y la segunda trata de creer en la libertad del hombre, en su soberanía  e imaginación. Ser rebelde es creer que el mundo puede mejorar y no es cuestión de edad, es cuestión de voluntad, de valentía y sobre de todo de fe. Una fe que cree en el espíritu humano, en la poesía y en la justicia. Ser rebelde es saber que ni Dios, ni Ala, ni Buda van a arreglar los problemas del mundo. Ellos solo están ahí ayudándonos a no morirnos sin experimentar la grandeza de ser rebelde y tratar de empezar a cambiar el mundo.

-¿Entonces usted es Izquierdista, Socialista?

-Que manía la suya de tratar de buscarme una etiqueta. Sí usted desea ponerme una etiqueta, le diré cual debería ser la indicada. Yo soy poeta. Y con respecto a su pregunta, no. No soy izquierdista, y no lo soy por ser de derecha, no lo soy porque en mi país los partidos "izquierdistas" son igual de corruptos que los demás y porque no representan al pueblo. Mi postura política es indecisa en estos momentos. De hecho la política y el ateísmo se parecen; ¡no sirven de una puta madre!

-Bueno, entonces ¿Usted es un poeta rebelde y loco? ¿Estoy en lo correcto?

-Esta en lo correcto.

- Y ya por último... ¿Cual sería su cita favorita?

-Usted, señor periodista acaba de dar en el lugar correcto. Déjeme pensar...

-....

-....

-¡Lo tengo! Mi cita favorita es por la mañana, después de tomar mi café,  después de mirar por unos momentos mi fotografía de Dalí, otro loco que se cree Salvador. Cuando después de todo esto me dirijo al baño para afeitarme, y ya con la cara llena de crema y el rastrillo devorando los vellos de mi rostro me miro en el espejo. ¡Sí!, cuando me reflejo en el espejo, esa, es mi cita favorita. Porque ahí me encuentro conmigo mismo, me veo joven, rebelde, poeta y loco. Ahí es donde me veo y me pregunto: ¿Como estas? ¿Que has hecho? ¿Quien eres? Yo pienso que no hay mejor prueba de amor propio que el poder responderte cuando te miras en el espejo y te preguntas ¿Quién soy Yo? y te respondes: Soy loco, soy poeta, soy rebelde, soy Salvador, no soy ateo, no soy Comunista, no soy Cristiano, soy humano, soy quien debo ser porque quiero serlo...

Sos



Sos el encuentro
que el destino no planeo
Sos esas viejas
caricias,
esas lagrimas pasadas
Sos las mujeres
que gritaron en mi cama,
que murieron en mis
brazos.

Sos esa Eva,
desnuda,
                          desafiante, y comedora
                              de manzanas.
Sos Safo,
suicida, poeta, y griega.
Sos lluvia en verano,
sos sol en invierno.
Sos risas en desdichas.
Sos silencio,
sos un beso,
           un suspiro,
                                   un disparo a sangre fría,
Sos vino y pan.
Sos cuerpo y espíritu,
        y esencia y éxtasis.
Sos nirvana.
Sos Aaru.
Sos Génesis y
Revelación
Sos virgen austral.

Sos vida,
                  tierra y
                   agua y
                    fuego y
                                    aire. Sos muerte. 
Sos Alfa y Omega.
Sos todo, sos nada.

Sos la más linda suposición que he imaginado.


miércoles, 21 de agosto de 2013

Tiempos modernos

Ahora, a los que soñamos mucho nos llaman mediocres.
A los poetas nos llaman obsoletos,
a los filósofos los llaman viejos cascarrabias.
Ahora, en estos tiempos de modernismo y primermundismo
a los indígenas los llaman piezas de museo,
a las costumbres las nombraron fuera de moda
y ahora es mejor vista la violencia contra la mujer,
contra uno mismo; pues:
¿No todos descendemos de una mujer? ¿De una Eva?

Ahora en esta sociedad partida por escaparates, gimnasios,
religión y política mundana;
a los funcionarios corruptos se les atribuye el nombre de "libertadores"
a los obispos pederastas los canonizan, y
a los niños se les enseña a como no vivir y a como sí morir.
Ahora nos dicen en las escuelas que soñar es malo, como también lo es
vivir, superarse y cuestionarse.
Ahora, nos hablan de libertad cuando un muro al norte nos encarcela y nos mata
con su policía fronteriza y prejuicios.
Ahora nos dicen que todo saldrá bien, ahora nos vienen con el cuento
de que los políticos van a decirnos la verdad.

En estos tiempos tan modernos
el amor es acostarse,
la poesía ya es de tiempos añejos,
la amistad no existe,
el capitalismo nos devora poco a poco,
la felicidad es un mito que nos contaban los bisabuelos,
la educación no educa,
la moda nos enflaca, nos embellece, y luego
nos pone en un estuche muy mono;
un ataúd bajo seis metros de tierra
por desordenes alimenticios.

En estos tiempos tan modernos, yo;
prefiero abrazar sin explicación,
amar sin tener que acostarme,
vivir sin tener que morirme,
escribir poesía para que mis pasiones revoloteen
cual fénix en pleno apogeo.

En estos tiempos tan modernos,
de palabritas en ingles, de expresiones de desprecio,
de guerras santas y sucias,
de tecnología y de gobiernos inútiles.
Lo único que puede salvarnos del suicidio o de la depresión crónica, es:
una cama caliente,
una mujer bellisima, de esas a las que les gusta que las quieran bien,
un buen libro,
un café,
un cigarrillo,
y un cuaderno lleno de poesías.
O ya si todo esta muy jodido,
nos queda la esperanza de que Dios exista
y por consiguiente
el paraíso también.




domingo, 18 de agosto de 2013

Invitación



Te invito a caminar por nuestras
almas, a besarnos los ojos, a
acariciarnos el cabello, a decirnos
te quiero aunque sea mentira.
Te invito a que nos acostemos,
hagamos el amor
y nos olvidemos
al contacto del sol con nuestra piel,
te invito a emborracharnos,
a fumar, a bailar, a reírnos, a llorar.
Ven te invito.

Te invito ha que nos miremos,
para reflejarnos en la pupila del otro,
te invito a gritar mi nombre,
a odiarme, a extrañarme, a llorarme.
Te invito a que nos olvidemos,
a que yo te escriba y a que tu no
leas nada de lo que escribo.
Te invito a enamorarnos o
a morirnos
que para el caso
viene siendo lo mismo.
Ven te invito.



Helena de Troya

La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene.
−Jorge Luis Borges


Helena es una mujer alta, de cabello rojizo. Sobre sus mejillas lleva, como colocadas a propósito, unas pecas color café que resaltan el color de sus ojos, que la hacen parecer un poco inocente. Lleva un cuadernillo siempre con ella, lo lleva dentro de su abrigo de piel, del lado izquierdo, cerca del corazón por si es necesario tranquilizarlo en algún momento. Bajo el brazo izquierdo lleva un sobre amarillo, en la mano un vaso de café, y con dos dedos de su mano derecha sostiene un cigarrillo que no ha probado desde que lo encendió. Se consume poco a poco, las cenizas caen al suelo con los pasos que Helena pronuncia. Empieza a sentir el calor que se aproxima a sus dedos, lleva la mirada puesta en algún lugar del aire, del espacio y tiempo que la rodea. Comienza a acrecentar la velocidad de sus pasos. El cigarrillo se consumé y lacera los dedos de Helena, que con un grito y un salto suelta la colilla quemada al suelo, que a su vez cae en un pequeño charco de agua. Helena ve su reflejo distorsionado en ese espejo líquido. Por un momento queda paralizada ante la presencia de una Helena acuática. Sacude su cabeza, sigue su camino, aminorando sus pasos. Cruza una calle desértica, de hecho todo su camino ha sido así, solitario. Pareciera que no hay más personas en la tierra, como si una explosión de átomos hubiera extinguido la vida en este planeta. Las calles le resultan desconocidas, grises y lluviosas. Atraviesa una avenida, el semáforo esta en rojo, pisa las líneas blancas del asfalto que le marcan el camino que la llevara a la acera de enfrente, pero está sola. No hay automóviles que la apresuren, ni miradas que la persigan, ni voces que la llamen, ni tiempo que la obligue a mirar el reloj sujeto a su muñeca. Se detiene en medio de la avenida, la luz cambia a verde y siente una brisa de viento que le golpea el abdomen. Coloca sobre el suelo el vaso de café y el sobre amarillo. Se tiende en el asfalto, esperando algo que no se ve venir. Escucha el motor de un automóvil que no llega, escucha el canto de su muerte, un canto que le penetra por los ojos, la boca y el ombligo. Siente que es hora de marcharse de esta vida, de la mierda que la rodea a cada instante. Espera el momento en que el auto pase por encima de ella, presionando su cuerpo contra el piso, reventando sus entrañas y su cráneo. Pero por más que espera, la muerte no le llega, y la vida se le escapa por los focos que cambian de color: verde, amarillo y rojo…

Se pone de pie para reanudar su recorrido, cansada de esperar, como siempre, a la muerte. Toma el vaso de café, le da un sorbo, observa el fondo de la avenida tratando de buscar algo, una esperanza; diría yo. Llega a la acera de enfrente siguiendo las líneas blancas marcadas por los neumáticos de los coches que Helena no ha podido ver. Camina y camina por un largo tiempo. Su mente va bien vacía, está enferma como ella. Por fin se detiene frente a un edificio. Termina su café, deja caer el vaso que rodando se va y desaparece entre unos arbustos. Con la vista recorre el edificio del pie al punto más alto. Sonríe. Se acerca a la entrada del edifico, abre la puerta de cristal, no puede ver a nadie. Camina por un pasillo de paredes azules que la lleva a una recepción llena de sillas vacías, de un silencio abrumador y una ausencia intrigante. Una mujer madura, de unos cuarenta años está sentada tras un mostrador color blanco. Una blancura que da asco, tanta, que Helena corré a un bote de basura para devolver el café que llevaba en el estómago. La enfermera tras el mostrador la observa de rodillas en el piso, con la cabeza introducida en el basurero. Escucha; y muestra una cara de desaprobación. Se acerca a Helena cautelosamente, la toma por el brazo y la levanta. La encuentra pálida, con los ojos caídos. La sienta en una de las tantas sillas vacía, la mira pero no le dice nada. Son dos almas que se hablan, que se entienden. La enfermera desaparece. Un doctor obeso aparece de inmediato.

Helena siente su presencia, alza la vista. Ve al doctor de siempre, con su bata impecable, sus zapatos lustrados, el nudo perfecto de su corbata, sus dos plumas plateadas que producen constantes destellos. Lo ve sonreír, recuerda su miseria, su espléndida decadencia. Helena sigue de cerca al doctor, entran a una habitación, se retira el abrigo, se acuesta en una cama, el doctor coloca una aguja en el brazo de Helena y se retira. Ella mira el líquido que entra en su cuerpo con el motivo de destruir el cáncer. Pero también ese líquido la destruye, la cambia, la hace parecer un maniquí. Lo que trata de salvarla, es lo mismo que la esta matado. Helena cierra los ojos, quiere calmar el dolor que esta sintiendo con el silencio de su imaginación.

Pronto se ve sumergida en su fantasía. Se encuentra en lo alto de una torre, el viento ondea su cabello, parece una bandera. Patria de hombres a los que les ha robado el aliento. Respira el aire puro que el cielo le hace llegar, escucha como las espadas chocan y como los hombres mueren en su nombre. Abre los ojos, grandes montañas la rodean. Su belleza resguardada por altas murallas. Imagina que es disputada por todos los hombres y mujeres. Pero regresa a la realidad de un golpe nefasto. De nuevo se encuentra rodeada por cuatro paredes blancas que le roban el aliento. Toma el cuaderno de su abrigo, lo abre. Deja correr las páginas que desprenden un olor a melancolía. Se detiene, y se pone a leer el contenido. “Helena de Troya”,  dice la parte superior de la hoja amarillenta. Sus ojos recorren la página de izquierda a derecha y una sonrisa se dibuja en su rostro blanco. A Helena le encanta la mitología griega, igual que a su padre, que conmovido por el relato de Helena de Troya nombro a su hija con el mismo nombre, marcándola con el mismo destino. Ella, cada vez que se pone a leer el mito de la mujer más hermosa de la humanidad se pone a compararse. Ella también nació de un huevo de cristal que la mantuvo viva durante sus primeros días de nacida. Entre cables y tubos que salían de su boca lucho contra la muerte y salió de ese huevo translucido rejuvenecida. Renacida. Ella, nuestra Helena y Helena de Troya tienen muchas semejanzas, ambas están destinadas a ser terriblemente bellas, a ser envidiadas por el sol caprichoso. El medicamento acaba de introducirse en su cuerpo, el doctor le retira la aguja y la deja partir después de unas breves indicaciones.

Helena abre la puerta de su casa, todo está cubierto por un manto de oscuridad infinita. Enciende las luces y todo queda expuesto ante la mirada decaída de Helena que se mira reflejada en una puerta de cristal que esta frente a ella, en el fondo de la sala. Se mira, de nuevo queda estremecida, paralizada por un reflejo tenebroso de ella misma. Se desmaya, su nuca se estrella con fuerza en el piso, y la sangre brota; pero no se puede distinguir de entre su cabello incandescente. Se ve en la misma torre, viendo la masacre que se lleva a cabo bajo sus pies. Baja las escaleras de la torre, se detiene en un jardín de azucenas, el perfume la recubre, el sol la deslumbra a tal punto que no puede distinguir formas, toda su vista se ve interrumpida por una luz blanca que bruscamente busca conquistar su cuerpo. De nuevo un golpe la trae de regreso, en esta ocasión fueron los gritos de los doctores lo que la trajeron a la vida. Helena va atada a una camilla, bajo su cabeza la blancura se pierde y se ve transformada en carmesí mal oliente. Cierra los ojos y vuelve al jardín de hace unos momentos, su vestido blanco se recarga entre las azucenas. La noche llega silenciosa y torna el verde del pasto en un azul claro. Bajo la luna Helena le arranca los pétalos a una flor, la deja completamente desnuda, deja solo un pequeño botón amarillo lleno de poros. Despierta nuevamente.

Recostada, cubierta por sabanas azules. Una maquina le proporciona el oxígeno que necesita para mantenerse viva. Sus manos las mantiene a un costado de su cuerpo, por encima de las sabanas, estiradas y bien quietecitas. Voltea a un costado suyo, puede ver a un hombre sin cabello en la misma situación que ella. Regresa su mirada a la pared de enfrente, y cierra los ojos para regresas a su fantasía. Ahora está en una habitación, desnuda; cubierta solo por unas cortinas de seda que caen de encima de su lecho, unas cortinas que se asemejan a la caída de agua de una cascada, en este caso; una cascada de ilusiones perpetúas. Gira la mirada a una ventana, ve al caballo. Un caballo gigante hecho totalmente de madera. Dos hombres armados irrumpen en sus aposentos, la toman de los brazos y la arrojan violentamente al piso. Despierta. Se encuentra sin el aparato que la dejaba respirar, se siente menos débil. Se pone de pie, se mira en el espejo del baño, su cabello volcánico se transformó en cenizas perenes. Una bata blanca la separa de la desnudez total, de la vergüenza fatal. Cierra la puerta del baño con seguro, pero antes le echa un vistazo a su compañero de cuarto, que se mantiene bajo el efecto de unos potentes tranquilizantes. Abre la llave de la regadera, el agua comienza a llenar una tina. Helena vuelve al espejo, se desnuda, la bata cae a sus pies suavemente, se gira para dirigirse a la tina que está completamente llena. En su espalda lleva un dibujo en color negro de una manzana, bajo esta, unas palabras que dicen: “Para la más hermosa” Se sumerge en la tina poco a poco, primero sus pies, luego su sexo que mantiene algunos vellos rojizos, luego su abdomen que se contrae por el frío del agua, su pecho también se hunde en el agua, y una vez cubierta hasta el cuello vuelve a cerrar los ojos; esta vez sin huir a ningún sitio dentro de su cabeza. Respira profundamente y termina por sumergirse. Abre los ojos, un hombre de piel lisa y rizos oscuros la toma de los hombros, la saca de la tina. Él seca su cabello, le pone un beso en los labios para sellar el pacto de amor, ella sonríe.

− ¿Cuál es tu nombre?

−Paris, príncipe de Troya. ¿Y el tuyo?

−Helena, princesa de Troya desde nacimiento, enferma de cáncer desde hace dos meses. Y muerta en la tina de un hospital. Soy Helena de Troya solo aquí, en nuestra fantasía querido Paris.

−Helena de Troya, cancerígena desde hace dos meses. He venido por ti, ya desde hace tiempo te he seguido el paso y ahora nuestros caminos se unen.

Helena y Paris se tomaron de las manos, salieron de la habitación en la que yacían dos cuerpos mal heridos en el piso. Esperanza y Vida, eran los nombres de los dos soldados. Paris y Helena caminaron a lo largo de un pasillo revestido de oro, y desaparecieron entre el estruendo de un relámpago para no volverlos a ver. 

sábado, 17 de agosto de 2013

Presagio

Te he visto en el destello
Que produce una pistola y una bala,
He visto como te pierdes entre
Mis pestañas y te impregnas
En mi pupila fulminante.
Te he visto en poesías anónimas,
En la sonrisa de un ángel, en el rayo frágil de otoño. 
Te he visto entre las sombras de mi vida y 
en la casa de mi vecina.
Te he visto desde que nací, en cada muchacha a la que he amado, 
En cada cama donde he hecho el amor. 
Te he visto en el rostro avejentado de mis ancestros.
Te he visto en el tiempo que no corre.
En el amor imposible.
Te he visto conteniendo la vida en un suspiro tortuoso, he visto 
como cortas el hilo dorado con tu risa
Siniestra.
Te he visto desde que nací querida. Desde que me llamaron vida, 
desde que Dios me parió. 
Te he visto desde siempre y para siempre querida muerte mía.

lunes, 12 de agosto de 2013

Vida nuestra.



Cuando sientas que la vida te ignora; 
llora pero valora mientras sonrías.
Alguien decía: que no siempre lloverá
en cambio siempre mañana sera otro día...

-Canserbero


Vida nuestra que estas y no estas,
santificada sea tu ausencia premeditada
venga a nosotros tu infierno, tu paraíso a ratos.
Hágase tu voluntad, la de ellos, la de nosotros,
la de todos, menos la de uno.
Danos el golpe de suerte de cada día o ya
por lo menos el de mala suerte
pero golpeamos, haznos saber que existes
aunque estés lejos, en los cielos tal vez.
No perdones, ni esta ni ninguna ofensa
pues ten por seguro que cuando el sol caiga
yo estaré ahí, esperando atraparte con mi red de sueños.
No nos dejes caer en la rutina;
perdición abismal.
Y libranos de vernos en el espejo, ya viejos,
ya muy tristes, ya siendo muy hijos de puta,
ya odiándonos los unos a los otros.
Libramos de vernos en un espejo,
y observar tras ese reflejo
un alma ya sin sueños... 





Amor y odio


Una simple dualidad,
ya desde tiempos muy añejos
estas dos quimeras luchan entre si
odiandosé, amandosé....


Odio
como desapareces entre un mar de gente
dejando solo sufrimiento en mis huesos.
Odio tanto cuando ríes sin mí,
cuando amas a alguien que no sea yo;
lo odio en verdad.

Amo
como nuestras mejillas se tocan
en un saludo espontaneo.
Amo cuando me miras y  me sonríes,
también cuando me dices:
¡como te quiero hijo de puta!
lo amo en verdad.

Odio
verte caminar sola
con una fila de pibes tras de ti.
Odio cuando me odias,
odio el tiempo que nos unió
y el que nos separó.

Amo
tus caricias, tus besos, tus miradas.
Amo tus senos y tu sexo.
Amo tu sonrisa, amo.
Amo tu vida, tu alma, tus miedos.
A tu tristeza la amo también.
Te amo a ti, pero no a la de los tacones,
amo a la descalza, 
a la desnuda,
a la que me ama.
A esa la amo.

Odio
cuando me dejas sin palabras.
Ya cuando a un poeta 
le faltan las palabras es;
porque la cosa esta muy jodida
o
uno esta jodidamente enamorado.
Me gusta suponer...
supongo que estoy enamorado, no sé.
Odio eso:
odio amarte sin que me ames
sin saber porque lo hago.

Te odio por romper mi corazón.
Supongo que tú me odias también,
me odias por amarte aun con esa tremenda pena.
¿O como podría yo explicar esa actitud tan detestable que predicas?








viernes, 9 de agosto de 2013

A mi otra mitad



No hablemos, es más; ódiame si quieres.
Pero ahí entre oreja y almohada, en los sueños,
hay que amarnos una última vez.

Ahora que estamos lejos, 
tratando de olvidarnos
propongo que en vez de despreciarnos
nos pongamos a escribir
unos cuantos versos
para por lo menos querernos 
a palabras, 
sin espacios entre nuestros nombres,
sin comas ni puntos;
solo suspensivos
que dejen a nuestra imaginación
lo que no pudo ser.

Te he estado buscando en la penumbra 
de una cama vacía,
sin sueños, sin almohadas, sin ti.
Te he estando buscando entre mis costillas,
mis labios y en las sombras de mis ojos.
Tanto te he buscado,
y te encontré en un suspiro oscuro,
entre las paginas de nuestros recuerdos. 

jueves, 8 de agosto de 2013

Una última esperanza.

Ya llevo varios días soñandote, ahí apareces tan linda como siempre, pero inalcanzable como estos últimos meses. Me dices que me veo triste, que mis ojos están llorosos y que te vas a encargar de mi, de mi tristeza, eso dices. Los días pasaron con una ausencia tuya tremenda, me llegaste a faltar siempre y nunca estuviste ya. Me mata tu recuerdo. La otra vez te vi pasear de la mano con él, tu sonrisa se veía mejor que antes, parecías más joven y más distante. Yo no he podido arrancarme tu presencia de los huesos, siempre que te me vienes a la mente me tiro a la cama, me cubro con las sabanas. Déjala salir, me digo, sales húmeda y en pequeñas figurillas de cristal, pero no sales del todo. ¿Como sacarte de mi si no es quitándome la memoria? Ayer te vi; estabas en sus hombros, riendo y gritando como ya no lo hacías. Me gustaría preguntarte: ¿Me has visto?, porque sigo buscándome, pero me he ido tan bien que ni vestigios de mi he dejado en el camino.

Ya llevo varios días soñandote y despertando con el pecho vibrante, los ojos enterrados en las cuencas y con un estela de lo que fuiste tú. Ya van varios meses en los que no somos, en los que yo no soy y tú si. Ni los consejos de psicólogos, psiquiatras, chamanes, magos y madres me han alejado de ti. Pareciera que estoy condenado a tu recuerdo, a tu vaga presencia entre mi almohada y mi oreja. A ese espacio le he llamado paraíso, entre oreja y almohada yo he encontrado el Edén, ahí existes y yo existo. Que gusto me da existir y más si es a tu lado. Ayer te vi, me viste y no pudiste reconocerme. Desgracia mía esta; tan cambiado estoy que mi nombre ahora es Melancolía. La tristeza me ha estado dejando crecer el cabello , las barbas, las uñas y la mirada. Todo es más grande, tu recuerdo y mi pena también

Uno nunca sabe si su destino es morirse de amor, del primer amor o del segundo o del tercero; lo mismo da, morirse es morirse. Pero no se sabe...al menos, yo no lo sabía, hasta que después de tanto tiempo regresaste en sueños y en avistamientos, hasta pareciera que eres un fantasma que solo existe para el loco. Y tienes toda la pinta de un fantasma, eres transparente a mi tacto y fugaz a mi vista. Tanto tiempo te ausentaste y ahora vienes en recuerdos a joder mi puta vida. Ya sé que voy a morir de ti, pero me gustaría que por lo menos dejaras una esperanza en mi. Me gustaría que te asaltara mi recuerdo como lo hace el tuyo conmigo, para que sintieras lo insoportable que es llevar semanas sin dormir y existir.

miércoles, 7 de agosto de 2013

Determinismo Psíquico

Siempre supe como terminaría. Cuando nací llegue con el cordón umbilical rodeando mi cuello. Comencé a hablar hasta los siete años, y esto fue gracias a que mi madre, preocupada por el asunto del habla me mando con el padre Ignacio, encargado de las misas de los viernes. Él me leía la biblia con un tono casi de  madre, después de la lectura me preguntaba cualquier cosa con la esperanza de que respondiera cualquier sarta de incoherencias, pero por más que trataba de hablar o provocar un ruido no podía. Un silencio enorme me arrebataba las palabras y siempre con este silencio venían una serie de golpes que me propinaba el padre.Quiero suponer que gracias a eso pude hablar. Ya cuando celebre mi séptimo aniversario dije mi primer palabra, estaba frente al pastel de leche que preparo mi tía Azucena, y dije: ¡locos! Sí, esa fue mi primer palabra.

A partir de ese momento crecí junto a la idea de mi muerte. Supe desde siempre que mi destino era acabar con los locos, no por nada esa fue mi primer palabra, atado a una silla, siendo cómplice de los experimentos de algunos doctores que estaban más locos que yo, pero que se decían cuerdos. Siempre supe como terminaría; loco y desquiciado, sudando a chorros mi cordura.

Por eso no me sorprende mi situación en este momento, ya desde hace tiempo estaba anunciado. No estoy nervioso, ni le temo a la muerte, ni a los locos. Mi destino siempre fue el mismo, aún si hubiera nacido en otro tiempo, con otra madre, y hablando a los cuatro años. Ese destino me hubiera perseguido hasta que el cielo se quebrara en mi nuca. Ya no me queda nada más que resignarme. Me queda, dejar de tratar de desatarme de las esposas con las que estoy sujeto a este silla de metal. Me queda, disfrutar la compañía de los locos, en este caso de la mujer que esta frente a mí, moviéndose con delicadeza mientras introduce sus suaves manos en el sexo, y se acerca a mi con la finalidad de volverme más loco de lo que ya estoy.

Requiem

 Nunca pude conocer a Diego Echeverría, hasta el momento me extraña que me haya mandado una carta justo el día en que muriera por un balazo en el pecho. A Diego lo vi por primera vez en el colegio, siempre acompañado de una mujer de cabello rizado, ojos tristes, y un poco baja de estatura, nunca se separaban, la mujer lo tomaba del brazo y caminaban durante varios minutos. Después del colegio lo mire en la facultad de medicina, acompañado de la misma mujer, que parecía ya más la sombra de Diego que ella misma. Al graduarnos no volví a verlo, más que de vez en cuando en la portada de alguna revista de ciencias; al parecer pudo encontrar un tratamiento menos doloroso para el cáncer que la famosa quimioterapia. Más tarde lo volví a ver, esta vez en la televisión, en la ceremonia del premio Novel de Medicina, lo vi ya muy viejo de espíritu, tenía unos treinta y cinco años cuando le otorgaron el galardón. Yo pude ver que apenas y podía caminar al ser llamado al estrado, los ojos los tenía brillantes, parecían dos astros radiantes, todo su cuerpo se tambaleaba y tu tez se hallaba pálida. A partir de ese día que lo vi casi muriéndose no supe nada de él, ni en revistas ni en televisión, la tierra se lo trago y el olvido lo exilio de este mundo.
Me encontraba en mi consultorio, atendiendo a un viejo que padecía de una artritis muy severa, tenía todos los dedos de las manos contraídos, los huesos se acentuaban en su arrugada piel y parecían que se le salían dolorosamente. El viejo estaba en sus últimas andanzas, al ver su estado me ponía a pensar que todo esto era una pérdida de tiempo, pronto este hombre iba a sucumbir ante los encantos de una mujer oscura y poco encantadora. Todo esto va en contra de mis principios como doctor, así que el remordimiento azoto mi cabeza por lo que me encontraba pensando y proseguí con la consulta. Al final termine por recetarle unas infusiones de yerbas del Perú, no acepte la remuneración del viejo. Lo acompañe hasta la puerta para despedirlo tal vez para siempre; se fue con un paso parsimonioso. Por un momento me pareció ver a Diego Echeverría alejándose de mi consultorio con un bastón ya deshecho por el uso diario. Por algo pensé en ello, al agachar la mirada encontré un sobre blanco en el piso. Se me ocurrió que podría ser del viejo, pero al inclinarme para recogerla, en la parte posterior del sobre estaba escrito mi nombre con tinta negra y letra cursiva, algo muy viejo para la época.
El viejo había sido mi único paciente esa tarde, entonces me dispuse a leer la carta que no tenía remitente. Y leí algo así:
“Gustavo, he de decirte que no nos conocemos mucho, nunca cruzamos palabra alguna, jamás nos vimos a los ojos, pero nos conocemos con la vista. Mi nombre es Diego Echeverría y si estás leyendo esto es porque un sueño me ha costado la vida…”
Se podría decir que tenía la carta de suicidio del Premio Novel de Medicina en mis manos, un vacío se formó en mi interior, parecía tragarse todo lo que había en mí; corazón, hígado, pulmones, riñones e intestinos. Al pobre le cobraron factura sus sueños, la ausencia de esa muchacha que lo acompañó por la vida, pues su existencia acabo cuando ella lo abandono. Lo demás que vino después de Helena fue pura muerte. Ahora entendí su estado en la premiación, entendía todo, menos porque yo tenía que encargarme de los preparativos de su entierro…  
Para empezar fui a con un par de policías a la casa de Diego Echeverría, lo encontramos en la sala con el pecho ensangrentado, una pistola en una de sus manos frías y un libro de poesía antigua abierto entre sus muslos. Su inerte ruina fue trasladada a la funeraria. Limpiaron su sangre, arreglaron su cabello, le removieron todos los órganos para ser donados, y fueron remplazados por cientos de pétalos de su flor predilecta; rosas rojas me parece. Una vez listo en su féretro; visite a una vieja amiga suya. Cristina toco una hermosa pieza de piano fabricada a petición de Diego. Por último una vez que el cuerpo estaba cubierto por una tierra oscura y llena de alimañas se formó un triángulo encima del montículo con pétalos de la misma flor; se le prendió fuego y dije: “Todo comienza con fuego y termina con fuego” También a petición del muerto.
La ceremonia finalizo, me quede completamente sólo en aquel cementerio. No paso mucho tiempo cuando llego una mujer de cabello rizado y de estatura baja acompañada de una niña de unos sietes años. Las dos caminaron hasta el lecho de muerte, la pequeña dejo una rosa sobre la tumba de mi amigo, y se retiraron sin más. La curiosidad alcanzo unos niveles muy altos en mí, me di a la tarea  de alcanzar a la mujer con la niña en brazos. Cuando pude alcanzarla le dije:
− ¿Usted conocía a Diego?
−Sí, lo conocí por un largo tiempo.
La pequeña niña entre tanto jugueteo dejo abrir su playera, una larga cicatriz se le figuraba en el pecho, gracias a mi experiencia sabía que ese tipo de cicatrices eran por un trasplante; en este caso de corazón.
− Y a todo esto ¿Cómo se llama usted?
−Mi nombre es Helena Molina y ella es mi pequeña Abigail.

Nos despedimos con una sonrisa. Las dos se marcharon en un automóvil completamente negro, hasta las ventanas. Ya con el tiempo, en alguna de mis residencias en el Hospital Margarita me di cuenta de todo; que mi amigo novel no era un suicida, sino un héroe anónimo que prefirió quitarse la vida para salvar a su amada Helena del peor sufrimiento que podría experimentar una madre. 

martes, 6 de agosto de 2013

Desgracia

Considerate completamente solo cuando ni la luz de la luna alumbre tu camino.

Soledad

La soledad es una musa silenciosa que dice más que mil palabras,
la soledad es ese lugar en donde nadie puede dañarte,
es un sueño incendiario en medio de una noche fría,
es la ausencia a perpetuidad de los asuntos superficiales.
La soledad nace de los momentos más oscuros, miseros y dolorosos
se vuelve compañía a ratos, se vuelve amante y amiga,
para unos es enemiga oscura y olvidadiza,
para mi es bella doncella desnuda, de cuerpo frágil y ojos profundos,
es un aroma que no existe, unas manos que curan y un pájaro sin alas.

Hay soledades que matan, que curan, que transforman, que nos desaparecen.
Hay soledades de un rato, de una década, de una eternidad, pero
siempre hay soledad, hasta en los momentos más prósperos se encuentra.
La soledad se encuentra en los ojos de un ciego, en la lengua de un mudo,
en los oídos de un sordo, en los te amo de dos amantes, en las palabras de un poeta,
en la cama para los enfermos y en la costilla izquierda para los enamorados.
La soledad es materia tangible, es persona, preferiblemente mujer.

Soledad de primavera, de verano, de otoño, de Junio, de Septiembre o de Agosto,
todas son parecidas, variablemente lo que cambia es el clima.
La soledad de primavera es más cálida que la soledad de invierno.
La soledad de Septiembre es más patria, la de Noviembre más muerta y la de Enero más mágica,
la soledad es un sueño en una noche de insomnio, es comida para los indigentes,
madre para los huérfanos y existencia para los filósofos.

Soledad es soledad, es viento en la cara, una patada en el culo,
un golpe en el orgullo y un negocio para las prostitutas.
Mi soledad en cambio es única, es modesta y honesta.
Me quiere y la quiero, mi soledad no me ha abandonado ni ante la cruel
vista de la muerte.
Mi soledad es más mía que del olvido.
Mi soledad es más limpia, clara, brillante y refinada si esta tu soledad acompañándola.
Mi soledad se hace más soportable cuando esta tú, solitaria y gris como siempre; pero
hermosa y perfecta para mis ojos y para mi soledad.

¿Qué viene después de la soledad?

“después de la alegría viene la soledad
después de la plenitud viene la soledad
después del amor viene la soledad”
−Mario Benedetti


Después de la soledad vienen las venas cortadas, los vasos de cianuro, los balazos entre ceja y ceja. Vienen las lágrimas, la nada, la ausencia de un cuerpo de muchacha. Después de la soledad viene la verdad, la falta de ignorancia, el sufrimiento del saber, el amor a la muerte, entre otras cosas. Cierto es; que lo que viene después de la soledad depende de la persona, del tipo de soledad y de la belleza del ser amado del que se está tratando de alejar. Yo pienso que después de la soledad viene una calma con olor a pasado, vienen una seria de preguntas que nos acercan al alma de uno. Después de la soledad vienes tú mismo, viene el que se perdió entre las palabras de dos enamorados. No hay tesoro más valioso que el conocerse a uno mismo, y eso solo se le presenta a los valientes que son capaces de preguntarse ¿Y qué viene después de la soledad? 

lunes, 5 de agosto de 2013

Para borrar tu recuerdo

Para borrar tu recuerdo tuve que ocultar los espejos de mi casa, borrar tu nombre de mi confundida memoria, evitar lugares que ambos visitamos. Encerrarme en un cuarto únicamente con un cigarrillo, una botella de whisky y mi cuaderno de poemas. Para borrarte de mi vida me deshice de tus cartas, de tus besos, de tu alma, de tu silueta en la cama, de tus objetos y libros. Para todo eso tuve que emplear: infinitos litros de lagrima pura, incontables gritos entre la débil luz de una vela, impronunciables blasfemas a nombre de tu belleza. Y por último, después de sacar tantas cosas de mi vida que estaban enraizadas a mi cuerpo, después de quedar vacío de pies a cabeza, ya cuando nacía una pequeña esperanza de olvido.Tuve que sacarme el corazón para poder olvidarte por completo. Mi simple vida era un tenebroso recuerdo de tu existencia.

domingo, 4 de agosto de 2013

Cementerio andante

Yo me he muerto varias veces en mi corta vida. He muerto con los besos de Josefina, con las caderas de Daniela, con los ojos de Valentina. Con ellas me morí varias veces en la cama, en la playa y en la cochera. Ya todas me han abandonado, en mi corazón llevo varias lapidas, a cada una la he enterrado con sus respectivos recuerdos, con sus miradas furtivas y su amor eterno. Cargo con tantos muertos que mi aspecto ya es parecido al de un cementerio. Tengo el cabello disparatado, la ropa descolorida, los ojos vacíos y en mi cabeza vuelan dos cuervos. Tanto es mi parecido; que de vez en cuando vienen algunas personas a dejar flores sobre mi pecho.

Ironía

Si el mundo fuera tal y como yo quisiera. Sería muy aburrido, muy triste, muy jodido. Tanto así, que hasta a mi me daría asco vivir en el.

Entre dos ausencias

El día estaba muriendo, los pájaros ya regresaban a sus nidos, las hojas del viento dejaban de pronunciar ese silbido que tranquiliza a las almas melancólicas. El cielo dejo su color azul y tomó un color rojizo, las nubes se abrían en el centro, ahí podía verse como el sol iba cayendo en las fauces del horizonte poco a poco. Pero en ese momento, en el que aún no termina por oscurecer, y el astro moribundo alumbra un poco. José Gonzaga caminaba por una calle de cierto pueblo de Córdoba. Había llegado una semana antes a esta linda ciudad de España. El motivo de su visita era enteramente profesional, José Gonzaga trabaja como productor en una película que se está filmando en los alrededores. El rodaje de ese día había terminado, se puso a recorrer el pueblo buscando olvidarse de las actrices que se sentían unas divas, de las escenas que se repitieron cincuenta veces, de los gritos del director. Quería olvidarse de su vida, ser un alma caminante. José Gonzaga no lo sabía, pero el buscaba algo, muy dentro llevaba una pena. El hombre no encontraba desde hace varios años a quién amar; estaba muy triste por ello. Esto se convirtió en una pena aun mayor con la muerte de su madre que siempre le decía: ¿Cuándo vas a casarte hijo?, estas palabras se impregnaron en la cabeza de José. No dejaba de pensar que fue un mal hijo, que decepciono a su madre y en parte a él mismo.
Por su cabeza pasaban todos estos pensamientos, no se dio cuenta en que calles se metió. Cuando recobro la lucidez, miró a su alrededor para reconocer el entorno, lo cierto es que nunca fue bueno para ubicarse, así que terminó por aceptar que se encontraba extraviado. El pueblo no era tan chico, todavía las personas mantenían algunas tradiciones, pero una carretera y una plaza comercial en el centro, le daban un toque de modernidad. Las casas ya no eran de madera, quedaba algunas sin duda, pero en su mayoría ya estaban hechas de sementó, eran bonitas y muy grandes. Muchas estaban deshabitadas, los políticos las usaban solamente durante el verano. A raíz de esto, en las calles no existían  muchas personas a quien pedirles un poco de ayuda. Esto no le importo a José Gonzaga, parecía que deseaba estar perdido. Siguió caminando por unos minutos, pensando. De pronto el ruido que provocaban sus pies al aplastar las hojas secas le devolvió la razón. Sin saber cómo había llegado a ese lugar, vio que estaba en un corredor en donde el suelo estaba empedrado de una manera muy artesanal, a los lados se alzaban colosales árboles. Las casas de ese corredor eran más pequeñas, despedían un olor a comida casera y humedad. Sin duda estas moradas no se parecían a las que los políticos usaban para vacacionar. Estas pertenecían a los lugareños, José Gonzaga vio una oportunidad de acercarse a una casa y preguntar por el camino que lo llevara al centro, hacía el Hotel Sevilla, en donde se hospedaba. Pudiendo llamar a la puerta de la primera casa, no lo hizo, lo intento, pero estando frente a esa puerta verde no pudo hacerlo, se retiró y siguió caminando por el corredor.
Las hojas seguían crujiendo con el paso de José. Llevaba las manos en sus bolsillos, la frente dirigida al piso, los ojos perdidos y el alma bien abierta. Una risa que salía de unas cuantas casitas adelante lo golpeo justo en el pecho. José callo de sentón al suelo, la risa entro en su alma. Desde ese momento esa risilla lo mantenía vivo, desde ese día no pudo quitarse en sonido inocente de la cabeza. Se levantó de inmediato apoyando las manos en el suelo, se tranquilizó un poco; no quería llegar exaltado con la mujer, que el suponía era hermosa. Ya con la respiración marchando normalmente camino con parsimonia. Al cabo de unos momentos estuvo frente a la casa, la fachada era de un color amarillo de llevaba las marcas del tiempo por doquier, la puerta de color café, a un costado había una barda de manera ya también muy vieja, a simple vista se podía ver que se estaba cayendo a pedazos. La risa provenía del fondo de la casa, del jardín para ser precisos. José Gonzaga abrió la reja que causo un gran rechinido, los ladridos de un perro se escucharon inmediatamente después de que el abriera la puertecita de la barda. José quedó petrificado por los aullidos del perro, cuando por fin pudo ver al animal se echó a reír, era muy pequeño y provocaba más ternura que miedo. Camino con el perro ladrando a sus pies. Su vista seguía al animalito para que este no tomara valor y le mordiera los zapatos. Cuando su mirada se levantó algunos grados, por fin la vio. Se había equivocado, no era hermosa. Las palabras para describir su belleza no se habían inventado todavía.
Marimar estaba sentada en el pasto, su piel era lisa, blanca y llena de ternura. En sus manos llevaba un libro de García Lorca, llevaba puesto un vestido color rosa que hacia juego con el cielo rojizo. Sus ojos negros parecían tragarse a José. La nariz la tenía respingada, como hecha a mano. Su cabello era la peor perdición, era largo y castaño, concurrido y brilloso. Con cada golpe que daba el cabello en el aire desprendía un olor a rosas recién cortadas que terminó por derribar una segunda vez a José,  que cayó sobre el pobre animal que lo perseguía. Con el chillido del perro Marimar se alarmo, cerro el libro y lo puso en una pila de libros que estaba junto a ella. Marimar le extendió la mano a José para ayudar a que se levantase. Al tocar la piel de Marimar, José sintió que toda su vida había pasado en los brazos equivocados. Los ojos sin fondo lo miraron y acabaron por tragárselo. José perteneció a esos ojos por toda su vida, siempre que se sentía perdido en una ciudad extraña cerraba los ojos para hundirse en la oscuridad de su amada que lo hacía sentir en casa.
José y Marimar compartieron momentos de todo tipo durante el lapso en que la película terminaba de grabarse. Las manos delicadas de Marimar recorrieron un sinfín de veces el cuerpo de su amante, dejaron en él un tatuaje de caricias imborrable. Su piel blanca le servía de cobijo a José en las noches más frías y oscuras. Ambos miraban el amanecer y con el eran testigos del fuego de su amor, después se junaban a ver el atardecer y con el admiraban la muerte de su lóbrego pasado. El tiempo se desvanecía entre los brazos de Marimar, el fin del rodaje llegó y los dos amantes se despidieron chocando sus cuerpos como nunca lo habían hecho.
José Gonzaga regresó a México siendo otro, siendo la mitad de el mismo y la mitad de Mamirar, regresó con una pena enorme en su ser. Cierto día encontró en la entrada de su casa un paquete con una postal de España. José lo abrió y se sentó al pie de la puerta para inspeccionarlo. De la caja sacó varias fotos en donde Marimar aparecía en diferentes locaciones turísticas, su sonrisa no había perdido ese destello que la caracterizaba, sus ojos eran más grandes, más abismales y tenían el nombre de José en todas las fibras oculares. Después venia una carta escrita a mano:
“He estado en muchos lugares los cuales me hubiera agradado visitar contigo, pero aunque suene extraño lo he hecho, no contigo en presencia, pero sí en ausencia. A cada lugar que voy me ha acompañado tu abandono. Como pasa el tiempo añoro más el día en que llegues al jardín como lo hiciste la primera vez. Espero con ansias el día en que recorras mis senos con tu ardiente boca, en que me leas esos versos tuyos que son tan tristes. Imagino el día en que vas a llegar para quedarte. Por mientras tu ausencia me basta, es impresionante el amor que crece entre dos ausencias. Entre la tuya y la mía, porque pienso que tú también fantaseas con mi ausencia por las noches. Te quiero ausente.”
José se puso a llorar como nunca lo había hecho; las lágrimas caían sobre las fotos y se escurrían hasta caer al piso. Pasaron algunos días y José no apartaba la vista de aquellas fotos, cuando llegaba a salir llevaba con él una imagen de Marimar para siempre sentirse acompañado.
Paso más tiempo y José no recibió otro paquete. Sintió que Marimar lo había olvidado. Ese mismo día, ante la cruel idea del olvido, abordo el primer avión hacia Córdoba, un taxi lo llevo a aquel pueblo que ya estaba muy cambiado. Tenía esperanzas de encontrar a su amada tan inocente como siempre, tan bella como nunca. Pero su corazón se acongojo al ver que el corredor había desaparecido, las casas tan lindas fueron remplazadas por tiendas de suvenires. José tomó su maleta y camino sin pensar absolutamente nada durante varias horas, después de tanto tiempo volvió a sentirse perdido, desahuciado e inconsolable por la pérdida de su amada. Ya sin ganas de seguir avanzando, se sentó al borde de una fuente que se encontraba en la plaza central. Cerró los ojos y se llevó la mano a la frente para secarse el sudor. Entonces recordó que no había perdido a Marimar del todo, aun le quedaba su ausencia. Al recordar esto; se levantó con los ojos al borde del llanto, camino de nuevo hacia lo que fue el corredor. Se sentó en una colina que estaba a un lado de todas las tiendas para admirar una vez más el atardecer de aquel cielo español, sonrió. Y recargo su cabeza en los hombros del aire, en la ausencia de Marimar. 

viernes, 2 de agosto de 2013

De lo Absurdo

Estoy completamente jodido, aunque no puedas verlo, sentirlo u olerlo. ¿Quieres saber porque?. Es porque con el paso del tiempo en vez de olvidarte, pienso que en algún momento, en un lugar desconocido para ambos, tal vez una librería de New York, nos encontremos por casualidad. Que tomes mi mano, yo la tuya, y me digas por fin: Te quiero. Es absurdo, lo sé. Tú ya me has olvidado.

Finalmente

Finalmente, después de pensarte durante unos minutos. Decidí dejar de mecerme en la silla de mi abuela, pararme, mostrarme frente al espejo de marco de plata. Mirarme por primera vez desde tu partida, y mirarme enserio, no como los demás intentos en los que cerraba los ojos por miedo de poderte encontrar en ese reflejo. Sí bien dejaste una pequeña parte de ti. Como dice la gente cuando me ve, dicen que pareciera que camino de tu mano, que hablo a solas en las horas más concurridas de la plaza. Dicen, dicen, aunque nunca me he dado cuenta de ello, que de vez en cuando me pongo a pronunciar tu nombre en vez del salmo del día. Finalmente quise comprobarlo, y sí. Estabas tú en mi reflejo, ciertamente era yo quien estaba ahí, pero se sentía como si fueras tú la del espejo. Le propine un golpe a la silueta que se dibujaba en ese pequeño pedazo donde existías. Los pedacitos cayeron al piso, el ruido era como tu voz diciendo: te quiero. Todo esto lo hice para tener mala suerte durante siete años. Para que nos encontremos, aunque sea como por mala suerte.

jueves, 1 de agosto de 2013

De ideas y de ti

Te quiero como idea. Te pondrías a llorar de ver lo difícil que es querer un ideal. Lo difícil que es dejar de pensar en el, lo complicado que es de explicarlo. Lo malo de querer a un ideal es que uno ya no puede echarse para atrás por miedo a que lo llamen cobarde.

Te quiero en ideas, en formas distintas. Ya me aburrió quererte en la cama, en el patio de la casa, en la cocina y en la facultad. Me aburrí de querer tu cuerpo que envejece cada día. Te quiero como idea, porque en mi cabeza, ni el tiempo, ni las enfermedades, ni la piel áspera y arrugada podrá borrar tu belleza.

Lo incompleto

Siempre hay cosas que no podemos acabar, que se nos quedan a medias o nos aburren a la mitad del camino. A mí me ha pasado con regularidad, me pasa que me pongo a leer un libro que se vuelve monótono, y sin más remedio; lo cambio por otro. Luego trato de escribir un cuento, una novela, mi nombre, pero no puedo, quedo a la mitad, y mejor escribo otro cuento, otro poema, otro nombre; como por ejemplo; el tuyo querida. Hablando de ti, eres de las pocas personas a las que he dejado incompletas, no pude quererte el tiempo suficiente; este mismo nos jugo una mala pasada y nos fuimos sin querernos lo suficiente. Me hubiera gustado conocerte más, besarte más, abrazarte y reírme junto a ti. No se pudo, lastima. Siempre te llevare como esa persona incompleta, como mi promesa inconclusa, mi amor a medias, mi tristeza inmadura, mi olvido desabrido. Siempre llevare la mitad de ti que no pude querer, que no quiero olvidar, a la que no puedo dejar de besar. Te llevare en la cabeza, en los pies y en las manos. Para pensar lo que no pensamos, para acariciarnos lo que no pudimos, para caminar lo que no quisimos. Te quiero a medias, siempre sera así.

Arañas patonas

Estas cosas siempre se aparecen en mis tantas visitas al sótano. Están en un rincón, quietecitas. A veces me divierten, otras me fastidian, me ponen triste. Están sin ojos, sin colmillos, sin telaraña. Están ahí, en el rincón más oscuro y olvidado; estorbando. La naturaleza es impresionante, no cabe duda de que fuimos hechos a su semejanza; por ende, me atrevo a pensar que los sentimientos también son parecidos a la naturaleza. Por ejemplo: las arañas patonas y los recuerdos.

Aguantar la respiración

La última vez que estuvimos de frente. Tú tenias una sonrisita muy bonita, yo tenía los ojos hechos agua. La última vez que te vi partir, respire profundamente; para por lo menos retener tu olor. No quería perderte del todo; aguante la respiración lo más que pude. Quería que te quedaras aunque fuera en escencia. Tuve que respirar; y tu olor se fue en un suspiro. Uno que todavía me duele cuando trato de aguantar la respiración. Cuando me ahogo de tanto aire, de tanta presencia tuya. El suspiro siempre me recuerda tu ausencia y que aguantar la respiración es dañino.

Fiebre

Ya llevo varios días ardiendo en mi lecho; y no de pasión de ti o de nosotros. De fiebre ardo y muero. Según sé, la fiebre es como una respuesta defensiva del cuerpo ante una enfermedad. Tú me enfermas, me dueles ¿Será por eso la fiebre?, porque tu recuerdo me quiere matar. Mis ojos arden, estoy sudando litros y litros de mi, me duele la cabeza, que frío hace. Mi té de lilas se derramo sobre mi pecho, justo del lado izquierdo; donde esta el corazón. José Asunción Silva; así me siento con esta marca en el pecho. Que similitud hay entre los poetas, entre los suicidas ¿Será que yo soy como Silva, el marcado? ¿Y tú seras la bala que atraviese mi corazón?

La caja de Pandora

Cuando abres los labios pareciera que de ella salen todos los males. Fuiste la primera mujer en mi cama, en mi pecho, en mi vientre, en mi ebriedad. Siempre fuiste la primera, la más cabrona. Te crearon como castigo, de mi costilla izquierda, de mi alma, de mis piernas, de mis ojos, de mi reflejo. Eres la mitad de mi, la mitad perdida. Estoy condenado a estar incompleto, sin ti. Hecha a imagen y semejanza de las mortales; pero inmortal en el interior, nunca te vas. Siempre te quedas en pedacitos, en ausencias, suspiros y olvidos. Cuando abres tu boca, tratando de besarme, parece que se escapan todos los males. Cierras la boca, niña caprichosa, y se queda la esperanza; la mía, la de poder alejarme de tu presencia. Que contenta estas.